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Foto del escritorCAPI

Historia de God of War: Ascension.




PRÓLOGO

Para comprender esta etapa en la vida de Kratos —bautizado con deshonra como el Fantasma de Esparta, debemos remontarnos a un pasado remoto, anterior a la supremacía de los olímpicos.


Nacimiento de las Furias.


Durante una guerra entre deidades ancestrales conocidas como Primordiales, la locura y el conflicto tomaron forma, convirtiéndose en las tres guardianas del honor, las Furias, a quienes se les encomendó la tarea de exigir una retribución a aquellos que rompieran sus juramentos. Su primera víctima fue Egeón el Hecatónquiro, que había quebrantado un pacto de sangre con el mismísimo Zeus. Las Furias comenzaron su cacería y, creyendo que la muerte era demasiado misericordiosa para un traidor a los dioses, mutilaron y transformaron el cuerpo de Egeón en una prisión donde castigarían a quienes se atrevieran a seguir su ejemplo.


Más tarde, las Furias tuvieron tratos con el Dios de la Guerra, Ares, y se volvieron criaturas aún más despiadadas bajo su mando. Juntos, planearon en secreto la caída del Olimpo, pero semejante ambición requería de fuerzas que no poseían; necesitaban a un guerrero perfecto. La reina de las Furias, Alecto, yació con Ares esperanzada de dar a luz a ese ansiado adalid. Desafortunadamente, el hijo engendrado, llamado Orkos, no era lo que Ares había soñado y fue repudiado. Alecto y sus hermanas, sin embargo, vieron su valía y lo convirtieron en el guardián del juramento.


Al ver las cualidades de un campeón magnífico en el espartano Kratos, Ares invocó un pacto de sangre y transformó al guerrero marcado en una despiadada máquina de muerte; engañándolo para que asesinara a su esposa, Lysandra, y a su pequeña hija, Calíope, solo con el fin de liberarlo de sus últimas ataduras morales. Sin embargo, Kratos, enfurecido y triste por este error fatal, se ahogó en la autocompasión, viéndose incapaz de perdonarse a sí mimo. Desde ese día, el Fantasma de Esparta juró no volver a servir a Ares.



HISTORIA DE GOD OF WAR: ASCENSION


Ares, presa de una cólera indescriptible por la decisión de Kratos, ordenó a las Furias que lo capturasen. Para debilitar la mente del afligido espartano, el trío proyectó ilusiones en su mente, que lo torturarían sin descanso. Al ver la injusticia del juramento de Kratos, Orkos traicionó a las furias y entabló una alianza con el Fantasma de Esparta, revelándole que la respuesta a la liberación de su vínculo con Ares se encontraba en Delfos, junto a la Oráculo Aletheia. Tras matar a Castor y Pollux, los profetas que habían encarcelado y suplantado a la Oráculo, Aletheia reveló al espartano que el único camino para librarse de su yugo era matando a las Furias.


Orkos y Kratos hablando sobre el pacto con Ares.


Pero cuando quiso continuar, Kratos fue emboscado por aquellas a quienes debía dar muerte, y acabó encarcelado en la Prisión de los Condenados, construida dentro de Egeón. A pesar de las torturas, del mayor dolor físico que jamás había padecido, rechazó las constantes ofertas de sus captoras para volver junto a Ares. Sin embargo, una de las furias, Megera, exacerbada por haber perdido un brazo a manos del espartano días atrás, atacó a Kratos y rompió, sin intención, las cadenas que lo retenían.


Kratos luchando contra la furia Megera.


Kratos se defendió de Megera, que usó a su prole parasitaria para devolverle la vida a Egeón. Pero Kratos pudo sobrevivir a los ataques del mutilado hecatónquiro y dar muerte a la cruel Megera. Finalmente, encontró y plantó cara a las últimas furias, Tisífone y Alecto, quienes una vez más intentaron atraerlo de nuevo hacia una servidumbre bajo el control de Ares; seduciéndolo con alucinaciones de su fallecida esposa Lysandra. El Fantasma de Esparta, no obstante, rechazó aquellas promesas ilusorias, y en su irrefrenable deseo por librarse de las pesadillas, asesinó a Tisífone rompiéndole el cuello y a Alecto la apuñaló hasta arrebatar su vida.


Kratos, victorioso, regresó a su hogar en Esparta, y allí una vez más se encontró con Orkos, quien le reveló que, como guardián del juramento, también debía morir si el espartano quería romper su vínculo con Ares.


Aceptando su muerte con gran honor, Orkos le entregó su espada a Kratos y este, vacilante, se obligó a dar muerte al único amigo y aliado que había conocido desde el día en que nació el Fantasma de Esparta. Y así, su vínculo con Ares por fin se pudo romper. Pero para horror del espartano, las inquietantes visiones sobre la muerte de Lysandra y Calíope, que hasta entonces habían permanecido enmascaradas por el vínculo, plagaron su atormentada mente. Derrotado, abatido y confuso, Kratos dio un funeral de fuego a Orkos, quemándolo junto a su viejo hogar, y tras ello se propuso deshacerse de sus pesadillas.


Kratos en el funeral de Orkos en su casa de Esparta.


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