Estoy aquí, escribiendo el post, pensando en los años que han pasado desde que visualicé por primera vez Oregairu (Yahari Ore no Seishun Love Come wa Machigatteiru) y lo nuevo que he podido descubrir en este revisionado preparando la season 3. He descubierto lo que ha cambiado mi visión hacia mi género favorito, el escolar; y estoy emocionado de poder ver su nueva temporada.
Oregairu es un cliché bien hecho y se jacta de esto en su nombre y, en sus primeros 5 minutos, sabe a lo que va y utiliza un humor (al principio ácido) con chistes que haría el típico adolescente amargado; y es que la obra se gana a sus fans por esto mismo. Hachiman es un buen personaje, un chaval que siente y padece esa típica depresión y devenir que hemos vivido bastante de nosotros; es fácil reírte por sus flashbacks en la secundaria y entender su retorcida lógica, es algo que reconozco que llegaba a compartir en esa época en la que iba a bachillerato.
La primera temporada se resume en Hachiman siendo él mismo, sintiéndose superior mientras se comporta como una mierda y apostando por el bien sin plantar unos buenos medios; no se valoraba y eso nos encantaba a muchos de nosotros. Esto era lo que me atrajo en un principio, el resto me daba en parte igual y disfrutaba de cada retorcido pensamiento y de la justificación que se hacía él mismo para impedirse disfrutar y buscar eficiencia, ante todo. Hace 4 años esto me mantenía en la silla, me hacía gracias y lo disfrutaba; hasta que Hachiman muere, y con él lo que muchos consideran lo mejor de la serie.
El antiguo Hachiman desaparece en el minuto 15:49 del capítulo 2 de Zoku (su segunda temporada), y todo lo que representa se va con él. Su falso orgullo se volatiliza al descubrir lo mal que lo pasa, y que sin Yuigahama y Yukino su vida escolar carece de sentido, su estúpido ideal de héroe trágico desaparece cuando las ve a ambas destrozadas por su causa; si incluso en el primer capítulo de la season 2 hay un flashback diciéndote lo triste que se siente ponerse en la piel de Hachiman y lo doloroso que es, utilizando simplemente tonos más grisáceos y acentuando la acción utilizando movimientos más violentos (no diré que la dirección sea buena, no tiene tanto humor visual como en la primera) para hacernos sentir horriblemente mal. Al igual que muere, o por lo menos su comportamiento tan horrible sucumbe ante el resto, surge un nuevo Hachiman que aprende a confiar y querer a los demás; él idealizó a Yui y Yukino, a Hayama y a los populares de su clase, pero descubre que todos tenemos expectativas en nuestra persona que no alcanzaremos nunca.
El Manu de 17 años decía que no le gustaba Zoku, que su animación empeoraba y que el final es horroroso; el yo de 21 está encantado con la segunda temporada y ha podido descubrir lo bueno de la obra porque ha crecido. Cada personaje es humano, todos sufren por sus máscaras (personalidad artificial que creamos a base de expectativas y para encajar) y no alcanzan a su persona ideal; simple y llanamente, son adolescentes y eso me encanta. Sus procesos de aprendizaje son lógicos, avanzan en cada arco y aprenden poco a poco a levantar esa barrera mental y a dejarse querer, evolucionan. Es cierto que en Zoku todo lo animado y el humor se va un poco al garete, pero el guión y el desarrollo va haciendo crecer a todos los personajes y ofrece una mejor “historia romántica”; y sí, Zoku me parece mejor por esto.
Ya he expuesto lo que pienso ahora de Oregairu, he recordado lo que me gustaba Hachiman y lo triste que es en verdad, y sé por qué un anime que se trata a sí mismo como cliché ha conseguido una legión tan fiel de seguidores; y estoy dentro (no por lo mismo por lo que le gusta a muchos, pero sí por voluntad propia y eso es lo que cuenta). Espero con ansias ver el final de estos tres y poder disfrutarlo, así que aquí termino y me voy a ver corriendo el primer episodio de la tercera temporada; adiós.
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