Hayao Miyazaki es bien conocido por sus largometrajes bellos, coloridos, con una gran trama en cada uno de ellos e historias que nos hacen sentir emociones indescriptibles. Sin embargo, hay un detalle en todas sus películas que pasa inadvertido para muchos fans. Se trata de los increíbles diseños de las aeronaves con las que Miyazaki nos deleita en cada una de sus películas. Tan es así que Miyazaki nos ha dedicado dos de sus grandes películas, Porco Rosso y El viento se levanta, a este increíble mundo de la aeronáutica.
Hayao Miyazaki nació en la época de la Segunda Guerra Mundial y su padre, Katsuji Miyazaki, fue ingeniero aeronáutico y director de la empresa Miyazaki Airplane, compañía familiar que construyó timones para los aviones de combate Mitsubishi A6M Zero. No es de entonces extrañar su cercanía al mundo de la aeronáutica, la cual era lo suficiente para permitirle dibujar desde muy temprana edad bocetos de las naves con un elevado nivel de detalle, imaginándolos en un escenario del que él mismo había sido testigo incluso con tan solo cuatro años, cuando fue evacuado durante el bombardeo de Utsonomiya.
Cada avión que aparece en cualquier escena de cualquiera de sus películas merecería un exhaustivo estudio por su nivel de precisión, detalle y encanto. Desde las fluidas animaciones de las hélices o los apéndices que impulsan a varias de sus aeronaves, pasando por las estelas creadas por las alas y el humo generado por los motores hasta las fascinantes salas de control de ciertas barcazas voladoras y diseños de las cabinas de los monoplazas. Asimismo, en las dos citadas cintas se muestran varias escenas situadas en talleres donde aparecen grandes planos de aviones con todas sus especificaciones, esquemas y todos los instrumentos que el ingeniero necesita para trazar esas obras voladoras, detalles que incluso en películas con actores reales, como El aviador, de Martin Scorsese, no le dedica ni una sola escena. Incluso, en varias de sus otras películas, como en Nicky, la aprendiz de bruja, traslada el amor que siente el director por levantar los pies de suelo, infundiendo dichos sentimientos en personajes de la historias.
Sin embargo, a pesar de este cariño al mundo aeroespacial, sus dos filmes dedicados en exclusiva a alzar el vuelo no fueron grandes éxitos de taquillas ni grandes obras que el mundo recuerde. En mi opinión, cualquier persona que desee introducirse en el maravilloso mundo del Estudio Ghibli debería empezar por una de estas dos cintas. En concreto, deberían empezar por la historia que nos transporta a la Italia de entreguerras de los años 30 junto al cerdo volador piloto de un hidroavión, titulada Porco Rosso.
Porco Rosso nos relata la historia de un piloto de combate de la fuerza italiana llamado Marco Pagot que, tras la pérdida de su mejor amigo en combate, es extrañamente hechizado con un embrujo que lo convierte en un cerdo. Tras este incidente, decide huir de la fuerza aérea y volverse un cazarrecompensas en el mar Adriático y ponerle, siempre que puede, la zancadilla a los piratas. Todo, por supuesto, por un pequeño precio.
Pero, ¿Por qué esta historia, salida de la imaginación de Miyazaki, es mejor que la historia basada en la vida real del creador del famoso avión Zero japonés, contada en el largometraje de El viento se levanta o mejor incluso que cualquiera de sus otras obras? Para juzgar este hecho tenemos que dejar a un lado la trama de la película, ya que no destaca en este aspecto frente al resto de creaciones del Estudio Ghibli. Porco Rosso sobresale en una particularidad que ni el cine de Hollywood ha conseguido plasmar. Miyazaki es el único director que ha conseguido crear la mejor y única película de batallas aéreas con hidroaviones.
Los hidroaviones siempre han sido los patitos feos de la aviación. Aviones toscos, lentos, y en ciertas ocasiones más parecidos a barcos que a aviones y mayormente comparados como barcos voladores en vez de aviones con posibilidad de aterrizar en cualquier parte del mundo. No vas a encontrar ninguna película que recuerde grandes batallas históricas de hidroaviones de combate. Por un lado, porque no existieron semejantes combates, y por otro, porque el uso extendido de los hidroaviones se contuvo a un corto espacio de tiempo, comprendido entre principios de la Primera Guerra Mundial y finales de la Segunda, y que tras el surgimiento de los cazas a reacción, aviones muy veloces capaces de dar caza a los hidroaviones de una forma sencilla, desaconsejó el uso y creación de los mismos. El empleo de hidroaviones fue más generalizado en misiones de reconocimiento o de lucha submarina que en combate.
Ahora bien, debemos recordar que parte del germen de la aviación fue gracias a estos hidroaviones. Permitieron poder comunicar núcleos de población de muchas zonas inaccesibles incluso por barco o tener una pequeña fuerza aérea en zonas estratégicas sin la necesidad de disponer de grandes pistas de aterrizaje y con buena meteorología. Cabe más aun por recordar que varios de los grandes raids de la aviación española se realizaron con hidroaviones, como fueron los vuelos del Plus Ultra y de la Patrulla Atlántida, grandes hitos en la aviación a nivel mundial que, posiblemente, con otro tipo de avión en aquella época no se hubieran podido realizar.
Porco Rosso es una oda a estos grandiosos aviones olvidados, y que mejor que el maestro Miyazaki, gran amante de este sector, para hacer lo imposible. Una producción que nos transporta al universo y magia del Estudio Gibhli donde todo es posible, hasta que un cerdo sea un as de la aviación. Porco Rosso consigue trasladarnos esta magia al crear ese halo de misterio que vuelve el embrujo del aviador, pero a la vez, no se centra en este hecho y la película no gira en torno a salvarlo de su maldición. Al contrario, el film nos muestra una y otra vez el hermoso mundo de la aeronáutica, con sus espectaculares combates aéreos, las escenas del diseño y la fabricación del nuevo hidroavión tras ser destruido el anterior, e incluso nos acerca a la solitaria y compleja vida de los pilotos. Por un lado, la playa paradisiaca que Porco utiliza como base, taller y hogar para todos sus periplos nos transporta a un rincón seguro para nuestra imaginación infantil. Por el otro lado, la magnífica y emotiva escena donde Miyazaki imagina donde finaliza la vida de todos los pilotos tras su largo vuelo, y no puede ser otro que el sueño de todos los aviadores, el de volar con su querida máquina en armonía siguiendo la estela de sus compañeros. El cielo para los grandes aviadores.
Son todos estos detalles los que redondean una película sobresaliente en su ámbito y que aprovecha el encanto de los dibujos del estudio para acercarnos una historia sencilla pero intensa. No va a existir dos películas iguales a la de Porco Rosso, suceso que si pasa con El viento se levanta, al narrarnos una historia basada en sucesos reales. Tras ver esta increíble creación de Miyazaki, no podrás ver el resto de películas del estudio de la misma manera, y no volverás a ver los cielos con los mismos ojos.
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